Icono de la revolución industrial, inventor con más de 160 patentes, uno de los primeros empresarios en desarrollar la producción en serie, el Modelo T fue el primer auto producido en masa, catapultó la industria automotriz y transformó el mundo. Igual que lo hiciera el iPhone 100 años más tarde con las telecomunicaciones y el internet. Si hiciéramos una comparación de los empresarios, inventores y líderes que cambiaron el rumbo de la historia, podríamos decir que Henry Ford es un personaje de la talla de Steve Jobs, con 100 años de distancia entre ellos.
Es muy alentador escuchar historias de personas que a pesar de tener una vida complicada económica y socialmente, logran llegar a la cumbre del mundo. El caso de Ford es así, que al igual que Jobs (Apple), Gates (Microsoft) y Zuckerberg (Facebook), no terminó la escuela por lanzarse a conseguir su proyecto.
Con apenas estudios básicos, desde muy pequeño comenzó a obsesionarse con la mecánica. A los 13 años tuvo su primer encuentro con una máquina de vapor de Westinghouse, evento que más tarde recuerda como el momento en el que decide dedicarse a la ingeniería, igual que Gates y su primer encuentro con una computadora en secundaria. A partir de ahí empezó a desarrollar sus habilidades mecánicas reparando relojes y cualquier otro artículo mecánico que tuviera a la mano. Aprendió mecánica y electricidad de los manuales que pudo encontrar. Con solo 16 años dejó su casa para ir a trabajar a Detroit como maquinista. Eventualmente, como experto en mecánica, logró el puesto de Jefe de Mantenimiento de las máquinas de Westinghouse y posteriormente, el de Ingeniero de la Compañía Edison, etapa de su vida en la que trabajaba de día y por las noches experimentaba con motores de combustión interna de dos cilindros para armar su primer cuadriciclo.
En 1896 manejó su invención por las calles de Detroit, las personas se detenían al verle pasar. Sus cuadriciclos aparecieron en las primeras carreras de coches, donde comenzó a tomar fama y logró perfeccionar sus vehículos logrando tener el récord de velocidad en América. Pero no todo fue maravilloso, su pasión por las carreras de coches lo llevó a la quiebra tres veces antes de la fundación de Ford Motor Company. Los fracasos solo lo hicieron más fuerte, al igual que Jobs cuando fue despedido de Apple para regresar años después a cambiar el mundo. Con solo $28,000 dólares de 11 inversionistas comenzó a producir vehículos para vender. Cinco años después, su producción había ascendido a miles de vehículos y cientos de empleados, creando también la primera red de concesionarios del mundo bajo la marca Ford.
Su mentalidad le llevó a enfrentar los retos de forma particular, muy similar a la de Steve Jobs en Apple. Estuvo involucrado en el diseño y la creación de cada pieza de sus autos, desde la elección de materiales hasta la forma en la que se ensamblaba el automóvil. Su obsesión por hacer un automóvil tan simple que cualquiera lo pudiera manejar, que fuera fácil de reparar y barato de operar, lo llevaron, al igual que a Jobs con iPhone, a encontrar soluciones a problemas de la vida cotidiana, que nadie creía posibles en ese momento.
Ford también fue atacado por sus competidores con demandas para tratar de detenerlo o disminuir su paso, patrón inconfundible de la mentalidad de los temerosos competidores que se sienten amenazados por grandes innovadores que parecen no detenerse ante nada, ni nadie.
Desde un inicio, buscó incrementar la producción para disminuir el precio de los automóviles, bajando el precio de sus primeros modelos de $700 dólares, hasta $360 dólares, casi la mitad. Esta filosofía también lo llevó a pagar a sus empleados hasta $5 dólares por hora, más del doble de un sueldo normal en aquella época. Veía esto como una forma de participar a sus empleados de las utilidades de la empresa. Disminuyó las jornadas laborales 10 horas por semana. Todo esto supervisado por un “Departamento Sociológico” que promovía un estilo de vida saludable y relajado, prácticas revolucionarias al interior de las empresas que hoy en día podemos ver en Google y Apple.
Creemos que personajes como Ford y Jobs son únicos y no es así. Hay millones como ellos a lo largo de la historia, algunos más conocidos que otros. Solo tenemos que abrir nuestra curiosidad y nuestra mente a la vida de personajes como Ford, Jobs, Edison, Newton, Pasteur, Colón, inclusive deportistas como Phelps, Nadal o Roger Bannister (si no conoces a alguno de ellos es momento de Googlearlos), en cualquier ámbito podemos ver cómo el éxito es una sumatoria de pequeños actos cotidianos, que llevan a un éxito fuera de lo normal. A esto le llamamos el “efecto compuesto”, millones de pequeños actos en una dirección sostenida. Mucho esfuerzo, pasión y perseverancia sumado a una mentalidad siempre en crecimiento, aprendizaje y expansión de los límites conocidos.
Sus historias tienen más fracasos que éxitos, su mentalidad solo los hacía más fuertes en cada fracaso. Cualquiera puede seguir sus pasos, muchos de ellos ni siquiera eran genios, el mismo Einstein fue catalogado como un niño con problemas de aprendizaje. La diferencia está en aquellos que están dispuestos a luchar día a día para lograr lo que otros ven como un sueño.